El agua nos permite un sinfín de posibilidades, sobre todo en aquellas personas que tienen dificultades para moverse (por ejemplo por un daño cerebral o medular) o alteraciones cognitivas (parálisis cerebral infantil, autismo, etc.). En el agua, muchas veces, todo es más fácil.
El entorno acuático nos aporta grandes beneficios:
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- Mayor control motor y aprendizaje constante del cerebro
- Mejora del sistema cardiorrespiratorio
- Relajación
- Aumenta el sistema de alerta y mejora la integración sensorial
- Mejora la confianza y seguridad del paciente
Mayor control motor y aprendizaje constante del cerebro
El agua disminuye la acción de la gravedad y nos permite jugar con la flotabilidad para conseguir objetivos que en una sala de trabajo no se pueden obtener, como por ejemplo mantenerse de pie, caminar, realizar alcances, correr, saltar… Además, para movernos dentro del agua no es necesario realizar tanto esfuerzo como fuera de ella. El reclutamiento de unidades motoras para llevar a cabo una acción es menor, lo que permite repetirla de forma continuada. Es decir, el agua nos permite movernos de forma fácil y económica, y esto hace que nuestro cerebro aprenda más rápido.
Mejora del sistema cardiorrespiratorio
Cuando nos metemos en el agua y esta llega a la altura de nuestro pecho, la resistencia que genera sobre nuestro tórax hace que sólo por el hecho de estar sumergidos nuestro sistema respiratorio trabaje un 60{e82d97dd9764c61214c58cac6dd9b37da6ffa5921c380452d273401b1dd0074a} más que fuera del agua. Si a esta característica se le añade un entrenamiento específico para aumentar el gasto cardíaco, podemos reforzar y mejorar nuestro sistema cardiorrespiratorio.
Relajación
Gracias a la temperatura elevada del agua entre 32-34º, se consigue que la musculatura se relaje y que la tensión arterial y la frecuencia cardiaca disminuyan, haciendo que nuestro cuerpo baje su actividad. Si esto se combina con una terapia de relajación, la persona que recibe la sesión puede obtener grandes beneficios como, disminución del estrés, de la ansiedad e incluso del dolor.
Aumenta el sistema de alerta y mejora la integración sensorial
El agua activa todos nuestros sentidos. Al meternos en ella se activan nuestros sistemas propioceptivo, táctil y vestibular, pero además el oído, olfato y vista también experimentan nuevas sensaciones por el mero hecho de entrar en el recinto de una piscina. Este cambio sensorial permite muchas veces aumentar el sistema de alerta y por lo tanto poder trabajar mejor. Además favorece la integración sensorial en personas que fuera de este entorno les es muy complicado regularse por sí mismos.
Mejora la confianza y seguridad del paciente
El agua es un entorno donde terapeuta y paciente son exactamente iguales, nos encontramos en una situación donde apenas se lleva ropa y donde lo que se muestra es nuestro verdadero yo y por tanto el paciente gana confianza y seguridad en sí mismo.
La terapia acuática está descrita como «Un programa de terapia que utiliza las propiedades del agua, diseñado por un terapeuta adecuadamente calificado y debidamente capacitado. La sesión es específicamente para un individuo, donde el objetivo es mejorar las funciones que se encuentran deterioradas. La piscina de hidroterapia debe tener unas condiciones y temperatura adecuadas para ello“(ATACP, 2008).